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lunes, 22 de octubre de 2012

Los orígenes

   Había una vez un troll gruñón que se sentía triste, todo el rato, durante cada instante de su vida se sentía incompleto, incomprendido e infravalorado. A donde quiera que fuese la gente siempre lo acogía y al principio, le hacía sentir bien, pero por mucho que se esforzara el troll gruñón para que las cosas fueran bien, las cosas siempre acababan por desmoronarse, y en su caída lo arrastraban también.

   Después de besar muchos sapos esperando que alguno se convirtiera en príncipe y después de conocer mucha gente diferente en muchos reinos distintos, un día el troll gruñón decidió que no iba a buscar más, pensó que la vida de ermitaño iba a ser mejor, encerrarse en su torre iba a impedir que nunca nadie le volviese a hacer daño; esta era una teoría que no tenía ninguna laguna, era perfecta. Pero... ¿qué pasa con las teorías perfectas? pues que nunca lo son.
  
   Un día el troll gruñón bajó de su torre ya que echaba de menos recorrer el mundo, y en uno de sus paseos encontró a un grupo de personas que, al principio, le parecieron extrañas, eran todas del mismo tipo de persona pensó el troll, no tenían nada que ver con él, pero ellas parecían muy insistentes en querer conocer al troll, aunque este siempre se mostró reacio ante la idea de desprenderse de esa coraza que durante tanto tiempo construyó. Al pasar el tiempo descubrió que dentro de ese grupo homogéneo de personas habían gentes de toda clase, había brujas, ogros, princesas y había gente que, simplemente, merecía la pena. Por mucho que el troll se esforzara en permanecer distante, estas personas le hacían recordar lo que era la calidez humana, le hicieron descubrir lo que era sentirse querido, incluso lo que era sentirse indispensable.

   Ante estos nuevos acontecimientos el troll gruñón se encontraba desorientado, no sabía que hacer con su vida, pero una vez más este grupo de personas, las que valían la pena, le hicieron ponerse delante de un espejo, quitarse sus capas una a una, la ira, el desengaño, el dolor, la tristeza, la decepción, todas ellas fueron desapareciendo ante sus ojos, y con su ayuda, cuando en el espejo lo único que se podía contemplar era el alma del troll, se sintió feliz, feliz y relajado, como nunca antes lo había hecho, pero... cuál fue la sorpresa de nuestro amigo cuando al verse reflejado se dio cuenta que durante todo este tiempo no había sido un troll, había sido una princesa, pero estaba demasiado ciega como para ver nada.

   Ahora era una princesa, y no estaba sola, había comprendido que lo que la vida le había quitado por un lado se lo había devuelto por otro, ahora que estaba casi completa sólo le faltaba cumplir una misión: la de seguir besando sapos.

   Mucha gente quería conocer los orígenes de la Princesa Estupida puuues aquí los teneis. Me siento afortunada por muchas cosas, tengo unos padres que me quieren, actualmente tengo una salud pasable, y soy de ese 1% de la sociedad que aún cree en la bondad de las personas, pero si de algo me tengo que sentir agradecida es de las personas que he elegido para que me rodeen, tengo la suerte de tener buenos amigos, a los que siento que puedo contarles cualquier cosa, con los que nunca me voy a sentir desplazada (por muy rarita que yo sea), los que nunca me van sentenciar por mis actos y de los que nunca, nunca jamás, voy a escuchar un "No me importa lo que hagas" por respuesta. Lo mejor de todo es que aún sigo conociendo a gente que vale tanto la pena... Por eso quería contar este cuentito hoy, porque ellos se lo merecen, aunque debido a mi sequedad no se los suela demostrar todo lo que debería, pero qué le vamos a hacer... son los resquicios que me quedan de ser un troll gruñón...

GEM

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